

El software libre es consecuencia del método de la
ética, que consiste en estudiar la bondad o la maldad sin interesarse en
otros aspectos o enfoques. El análisis de lo bueno y lo malo no es
caprichoso; exige proporcionar las razones por las que ciertas conductas
son buenas y por lo tanto dignas de realizarse. También debe argumentar
en contra de las malas conductas.
Si te molesta que digan que el software privativo es malo, no sigas
leyendo. Recuerda: no tenemos en cuenta otros aspectos o enfoques al
analizar la bondad o la maldad. No nos interesa si ese software
privativo es más bonito, tiene más funcionalidades, es más popular,
tiene mejor marketing, lo usa tu amigo, es el que conoces o lo que te da
de comer. El análisis ético puede ser incómodo. A menudo estamos
dispuestos a entregar libertad a cambio de comodidad, pero no es el caso
de los impulsores del software libre. Linus Torvalds rechazó trabajar para Apple y Richard Stallman habría sido camarero antes que programador de software privativo:
«La posibilidad más obvia era adaptarme a los cambios del mundo. Aceptar que las cosas eran diferentes y que yo debería abandonar esos principios y empezar a firmar acuerdos de no divulgación para sistemas operativos propietarios, muy probablemente escribir también software propietario. Así, me di cuenta de que podría divertirme escribiendo código y que podría ganar dinero —especialmente si lo hiciera en cualquier parte que no fuera el MIT—, pero al final, hubiera tenido que repasar mi carrera y decir «me he pasado la vida construyendo muros para dividir a la gente», estaría avergonzado de mi vida.
Así que busqué otra alternativa, y había una obvia. Podía dejar el sector del software y dedicarme a otra cosa. Bien, no tengo otras habilidades reseñables, pero estoy seguro de que podría haber llegado a ser camarero. [Risas del público]. No en un restaurante de lujo; no me contratarían, pero podría ser camarero en algún sitio.»
Para analizar la ética del software necesitamos conocer cuál es su
importancia para la sociedad. Se trata de una herramienta práctica. El
relato de una novela no significa ninguna limitación práctica para
nuestras vidas, pero la cosa es muy diferente si se trata de una
enciclopedia con entradas sesgadas. Aunque en ambos casos se trata de
libros, lo importante es cuidar la transmisión y la evolución del
conocimiento que determina lo que podemos saber y, por lo tanto, hacer.
Phillip G. Armour dijo
que «No tratan el software como un medio, lo tratan como un producto, y
este es el problema. El producto no es el software, el producto es el
conocimiento que va en el software», y lo razonó distinguiendo cinco
formas conocidas de almacenar conocimiento, analizando las
características, ventajas y desventajas de cada uno de ellos. Ricardo Galli los resume así en su blog:
- 1. DNA: Es el primer método de almacenamiento del conocimiento. El DNA existe para almacenar el conocimiento de cómo crear vida, como una máquina de Turing. El conocimiento está profundamente empotrado, pasar de grado es obligatorio para la supervivencia de las especies. El conocimiento es persistente, pero se actualiza muy lentamente. No tenemos la capacidad de cambiar el conocimiento –todavía, o sí…– de forma intencionada. El DNA puede hacer crecer un objeto físico que interactúa y modifica el entorno.
- 2. Cerebro: Es un «experimento» casi exclusivo de la raza humano: almacenar más conocimiento en el cerebro que lo que se hereda en el DNA. Usamos nuestro cerebro para almacenar el conocimiento que adquirimos, fue el segundo método de almacenar el conocimiento que conocimos. El conocimiento es muy volátil, pero podemos cambiarlo rápida e intencionalmente. Podemos aplicar ese conocimiento para afectar y modificar el mundo.
- 3. Máquinas y herramientas: El valor más importante de una herramienta no es ella en sí misma, sino como ha sido creada y modificada. El conocimiento del creador de esas herramientas es lo que marca las diferencias. Se las suele llamar también “conocimiento sólido” y fue la tercera forma de almacenar el conocimiento. El conocimiento es bastante persistente, pero no es fácil de actualizar. Es intencional y existe para afectar el mundo exterior.
- 4. Libros: Han permitido nuevas formas de depositar y acceder al conocimiento que hasta ese momento estaban confinados al cerebro. Hizo al conocimiento portable en el tiempo y en el espacio. El conocimiento es muy persistente, pero de actualización lenta. Aunque los libros son intencionales no tienen capacidad para cambiar al mundo.
- 5. Software: Es la última forma conocida –de hace sólo unos 50 años– para almacenar el conocimiento. Después de unos inicios dubitativos, está creciendo a una velocidad vertiginosa. Multitud de personas están trabajando para obtener información de las fuentes más diversas, comprenderla, clasificarla y trasladarla a este medio, y entonces intentan validar todo ese conocimiento. Hay una razón para que se invierta tanto esfuerzo, este medio tiene las características que deseamos y que no tienen los otros medios: es intencional, persistente, de actualización sencilla y rápida, y sobre todo es activo.
Cuando usamos una herramienta del software de retoque fotográfico
estamos aplicando conocimientos, elaborados a lo largo de milenios,
sobre la naturaleza del ojo humano marcada por el DNA
y el comportamiento de nuestro cerebro. Acciones que años atrás
conseguíamos mediante máquinas y herramientas, que se documentaron en
libros, pero que ahora están escritas en software. ¿Quién puede
prohibirnos leer cómo funciona? ¿El motivo es porque describe los
procedimientos en un lenguaje informático que se llama C y no en uno
verbal que se llama español? Que el lenguaje informático convierta el conocimiento en una herramienta debería ser una ventaja.
¿Porqué no podemos copiarlo, que es tan fácil como pasar fuego, para
compartir la herramienta y el conocimiento en forma de lenguaje
informático? Sólo pueden prohibir todas estas cosas aquellos que
heredaron el estilo de los monjes de monasterio, pero aquello fracasó
porque no era bueno restringir el acceso y la distribución del
conocimiento. Desde entonces, poco a poco, la humanidad fue más sabia. Y
eso sí fue bueno.
El código
Es posible que alguien piense que tanto le da el código porque no
sabe leerlo. No podrá modificarlo. Pero el desconocimiento no debería
servir para restar importancia a libertades tan importantes como la
segunda y cuarta –de entre las cuatro libertades esenciales del software
libre:
- 1. La libertad de usar el programa, con cualquier propósito.
- 2. La libertad de estudiar cómo funciona el programa y modificarlo, adaptándolo a tus necesidades.
- 3. La libertad de distribuir copias del programa, con lo cual puedes ayudar a tu prójimo.
- 4. La libertad de mejorar el programa y hacer públicas esas mejoras a los demás, de modo que toda la comunidad se beneficie.
El hecho de no saber leer, generaciones atrás, ¿significaba que no
era importante que algún vecino sí supiese? Fueron precisamente esos,
los capacitados para leer, quienes luego hicieron que el conocimiento se
extendiera porque lo compartieron. Hemos sido más sabios a medida que
más gente sabía leer. No es importante que uno no tenga previsto leer, lo importante es que nadie lo prohíba.
Si nos lo prohíben sabemos que estamos bajo un mal régimen, uno que
quiere ocultarnos algo para hacernos dependientes de vete a saber qué.
Es la antítesis de la libertad. Un análisis ético nos dice que es malo.
Saber leer código hoy no es nada habitual, «cosa de informáticos».
Pero quien lo entiende está en ventaja en un mundo donde el conocimiento
se transmite en forma de bits a través de internet. En el Siglo XX era
necesario saber inglés para publicar en los mejores medios; en el Siglo XXI
es importante saber código para compartir conocimiento porque en el
mundo digital no se trata sólo de texto, sino de texto más código que
determinará el nivel de visibilidad. El papel y la tinta, rígidos,
forman parte del pasado. ¿Porqué nadie discute la importancia de saber
inglés pero duda de la necesidad de saber [pon el nombre del lenguaje
informático que quieras]? La industria del software privativo nos hizo
creer que es cosa suya. No es bueno porque significa una limitación.
Hacen todo lo posible para que creamos que sin saber código podemos
hacer muchas cosas. No son suficientes; saber código abre muchas más
posibilidades porque podemos personalizar nuestros proyectos. No
piensan en nosotros sino en ellos; quieren tener el control –basta leer
las licencias de su software para comprenderlo.
Dicho todo esto en defensa del acceso y comprensión del código,
posiblemente no necesitarás saber nada de código para llevar a cabo tus
proyectos, pero tendrán más garantía en función a la cantidad de vecinos
que lo dominen. Para que esto suceda el código debe estar disponible
para ellos. Tiene que ser libre para que puedan satisfacer todas tus
necesidades. De la misma manera que el mecánico del barrio, y no
necesariamente el taller oficial, repara tu coche: puede hacerlo porque
el motor tiene tornillos y existen manuales técnicos. Conocimiento
completo, sin restricciones, garantiza el mejor soporte. ¿Quien quiere
un coche sin capó ni tornillos en el motor?
El proceso creativo
El software libre no es un producto, sino un medio para transmitir y
depurar el conocimiento. Nunca nos importó presentar algo muy básico
porque era una forma de lanzar la idea y, si era buena, cautivar a otros
para que la mejorasen. «Release early, release often» (presenta rápido, presenta a menudo) es uno de los principios de los autores de software libre. El objetivo es satisfacer todas las necesidades de los usuarios lo antes posible y estimular a los programadores.
Hay proyectos que triunfan, otros no; depende del interés que
despierten entre los desarrolladores. O interés por parte de usuarios
dispuestos a pagar programadores para completar el proyecto, porque el
software libre no es «cosa de ellos» sino de todos.
No siempre es necesario liberar el código porque iría contra una
libertad básica: el derecho a la privacidad. Las licencias de software
libre están pensadas para proteger a los usuarios mediante el acceso sin
restricciones a todo el código que usan, pero no tiene porque tenerlo
gente que no lo use. Que no haya ninguna obligación a liberar el código
ha hecho que algunos proyectos de gran calidad no estén completos para
todo el público, y puede parecer que el software libre no evoluciona
cuando no es así. Por ejemplo Google se reserva muchas mejoras de
programas libres. Están en sus servidores, esto es, su casa, y tienen
todo el derecho a la privacidad.
Además de los privados, existen miles de proyectos de software libre activos que son públicos. Las diferentes distribuciones de GNU/Linux
(como Debian, Ubuntu o RedHat) los incluyen en sus ofertas de
soluciones completas de sistemas operativos y utilidades de todo tipo.
Se encargan de actualizarlos con las mejoras y parches de seguridad.
Compiten por ofrecer las mejores soluciones y han conseguido que GNU/Linux
sea cada día más fácil y amigable. La única novedad, para los usuarios
de software privativo, que sólo podían optar entre Windows o MacOS, es
que deberán escoger entre muchas distribuciones de GNU/Linux.
Para algunos esto significa un problema, pero en realidad es algo que
hacen cada vez que van al supermercado: compran productos «libres», como
las verduras envasadas y congeladas (o no) en multitud de calidades y
formatos. Cada fabricante hizo su selección y presentó su oferta. Poder escoger es una forma de libertad porque podremos cambiar cuando no lo hagan bien. Es bueno.
El trabajo de los usuarios es tan importante como el de los autores
de distribuciones: si un programa no está completo, o falla, podemos
contribuir a mejorarlo. No hace falta saber programar; a menudo basta
con enviar sugerencias y avisar de los errores que da nuestra
instalación o manera particular de usarlo. El resultado siempre será
mejor software. Puede que la nueva versión no tarde mucho en aparecer
–la distribución Ubuntu presenta dos nuevas versiones cada año y Debian
cada día.
Existen limitaciones legales para el progreso de software libre,
pero intentamos esquivarlas. Una es la falta de información de los
fabricantes de hardware, que dificulta la tarea de programar
controladores. Otra importante está en las patentes. Si tu distribución
de GNU/Linux no puede reproducir DVD,
algunos formatos de vídeo o según qué documentos, no sucede por
limitaciones técnicas sino legales. El propietario de la patente sólo la
concede bajo acuerdos que van contra la ética del software libre; haría
falta aceptar licencias contrarias a la libertad. Las distribuciones
(que a menudo tienen empresas detrás) no pueden arriesgarse a incluir
código libre que viola patentes de software. Pero sí lo pueden hacer
hackers individuales y buscando un poco encontrarás en algún lugar el
reproductor de vídeos, DVD o documentos privativos.
El software libre no tiene coste económico por licencias ni copias
porque no son cosas que tengan valor para los usuarios; no están
dispuestos a pagar por ello. Cobrar por una copia no es incompatible con
los principios del software. Por ejemplo, en Gimp podrían pedir 1000
euros por cada copia de su software de edición de imágenes, pero si
nadie quiere pagarlos no es culpa del modelo económico del software
libre, sino de la realidad del mercado. Quizás los clientes estén
dispuestos a pagar por servicios de soporte y adaptación del software. Si la copia no tiene restricciones es más fácil que el programa se extienda y aparezcan más clientes.
Este modelo económico se está extendiendo con fuerza para la música, la
literatura o el cine: no pagamos por la copia, que está disponible en
internet, sino para que los autores puedan seguir trabajando. No son
grandes cantidades, sino micropagos, porque miles pudimos bajarlo sin
restricciones, hemos visto su trabajo, nos gusta, y creemos que es
importante que la cosa siga.
La libertad de elegir
La industria del software privativo se defiende a medida que el
software libre avanza. A menudo lo hacen con manipulación. Por ejemplo,
cuando la administración lanza concursos para comprar servicios de
software libre, alegan que esto va contra el derecho de elección.
Hablemos de eso. He escrito este artículo en un portátil con Ubuntu y
un sobremesa que funciona en Debian. En el caso del portátil me
obligaron a pagar por un Windows 7 que no uso. El PC de escritorio
incluyó un Vista que tampoco uso. Se trata de los equipos actuales,
pero ya son 12 años usando GNU/Linux en los
cuales he pagado por demasiados Windows que no quise. No tengo nada más
que decir en cuanto al derecho de elección.
Conozco pocas personas que quisieron comprar un Windows; simplemente estaba allí, junto al hardware que escogieron en la tienda. Pero conozco a muchos que eligieron GNU/Linux
y se quedaron. No todos hicieron un análisis ético ni están
interesados en el código, pero es importante que sepan que este software
apareció porque algunos hackers vieron que trabajar en software
privativo iba contra sus principios éticos. Que lo que eligieron es
bueno.
En Genbeta | Software Propietario y Open Source, formas de cambiar el mundo por Juan Quijano
No hay comentarios:
Publicar un comentario